Gordofobia en el Día Mundial de la Obesidad

Dedos acusadores al peso

El día 4 de marzo era el Día Mundial de la Obesidad, pero desde el 2022 profesionales sanitarios y activistas no pesocentrista resignificaron este día como el Día Mundial contra la Gordofobia. ¿Puede haber gordofobia en el día de la obesidad? La respuesta es sí, al criminalizar el peso y los kilos.

En este artículo que he escrito para El País os dejo algunas de ellas, pero no hay duda de qué existen muchas más, por eso es necesario revisarnos y cuestionarnos para no mantener un lenguaje pesocentrista y gordofóbico. A continuación os lo dejo completo.

Desde el 2022, el día 4 de marzo es el Día Mundial contra la Gordofobia. Profesionales sanitarios y activistas antigordofobia, crearon un manifiesto y resignificaron este día que originalmente era el Día Mundial de la Obesidad. La finalidad es mostrar lo tremendamente agresivo que es este sistema y la cultura de dieta en la que todos nos hemos criado. Desde hace tiempo, la OMS ya no considera la obesidad como una enfermedad, sino como un factor de riesgo que puede desencadenar enfermedades, como puede ser un consumo elevado de carne roja para el cáncer de colon, pero no una enfermedad en sí. Si tenéis curiosidad podéis leer el manifiesto sobre este día. 

Que hubiese un Día Mundial de la Obesidad, patologiza una condición física y no de salud, que solo tiene que ver con el IMC. Es decir, se penaliza el tamaño corporal, sin más datos sobre salud que peso y estatura: presuponiendo enfermedad a cuerpos de mayor tamaño de lo que dice el IMC, y salud a cuerpos delgados. Obviamente, esto no es un axioma, hay personas gordas sanas, al igual que delgadas enfermas. Tener un determinado peso, o un IMC menor a 30, no asegura salud.

Siempre asemejo la gordofobia al feminismo, nos hemos criado en un sistema patriarcal y machista en el que nuestro lenguaje y actos están condicionados por él, tanto en hombres como en mujeres. Yo misma creía que era bueno cuando entraba gratis a las discotecas y, en cambio, mis amigos tenían que pagar, hasta que entendí que el anzuelo era yo y por eso ya no tenía que pagar entrada, la pagaba con mi cuerpo.

Se le da tanto valor a la delgadez que una paciente que había pasado por un cáncer me dijo que prefería volver a tener cáncer, que ser gorda. Es terrorífico, y muy triste, que alguien pueda preferir eso. 

El lenguaje hace realidades y, en función de cómo pensamos, nos expresamos y de nuestro lenguaje, hay mil expresiones gordófobas, porque nos hemos criado en un sistema que premia la delgadez por encima de todo. Ser delgado te promete éxito, aceptación y estar más cerca del ideal de belleza que nos vendieron. La realidad es que nadie llega a ese ideal y, la mayor parte de nosotros, si no todos, vivimos o hemos vivimos frustrados con nuestros cuerpos. Principalmente las mujeres, ya que la violencia estética que sufrimos es mayor.

Muestras de que nuestro lenguaje y nuestra sociedad está llena de referencias hacia el peso, son algunas que voy a dejar aquí, con la única intención de que vayamos tomando conciencia de cómo nos expresamos y qué consecuencias tiene esto sobre los otros y sobre nosotros mismos.

  •  Usar la palabra “gordo” como insulto es gordofóbico. Gordo no es un insulto, igual que “delgado” no es un piropo. La diferencia es que hemos dado un significado peyorativo a la palabra gordo. Por ejemplo, se usa también la expresión “me cae gordo” cuando alguien no nos cae bien, pero no se dice “me cae delgado o fit”.
  • Premiar la delgadez, independientemente de la causa que la origina, es gordofóbico. La delgadez puede ser natural o buscada, pero también puede llegar como consecuencia de una enfermedad, una pérdida, una depresión o un trastorno de la conducta alimentaria, y aun así se valora en positivo.
  • Dar consejos sobre alimentación o deporte no pedidos, es gordofóbico.
  • Creer que todos, con deporte y alimentación saludable, podemos tener un cuerpo normativo, además de ser gordofóbico es irreal, porque la diversidad corporal existe y hay tantos cuerpos válidos como personas. Además, es ignorar que no todos tenemos el mismo acceso a una alimentación saludable, no tener en cuenta los contextos sociales, económicos, y familiares. Es propio de un sistema neoliberal.
  • Considerar que una persona gorda es valiente o atrevida por ponerse bikini, mostrar su cuerpo o ponerse determinada ropa, es gordofóbico. No hay ropa para gordos y otra para delgados, hay ropa y cada uno debería ponerse lo que le dé la gana independientemente del cuerpo que tenga.
  • Proponer colores oscuros y ropa holgada a gente gorda es una actitud gordofóbica, no hay que esconder nada.
  • Dar por hecho que una persona con un tamaño corporal mayor que el que dicen los cánones, se alimenta a base de ultraprocesados y no se mueve del sofá, es una creencia gordofóbica.
  • Decir cosas como “qué pena con lo guapa que eres de cara”, “estabas mucho mejor más delgada”, “si adelgazaras un poquito te verías mejor”, etc. es tremendamente gordofóbico y dañino. La belleza es subjetiva, y para muestra solo hay que ver cómo los cánones de belleza han cambiado con las décadas. Qué pasa, ¿que nuestro cuerpo en los ¨90 debía de ser de una forma y en el 2023 debe tener otra? Pues no, señores, nuestros cuerpos son válidos y bellos, independientemente de lo que marquen las tendencias.
  • Poner como rasero moral el cuerpo de una persona gorda para conseguir cosas: “si ella con ese cuerpo tiene pareja, yo también”,” mucho la tiene que querer con ese cuerpo, eso sí, qué es amor”. ¿En serio? Somos más que un cuerpo y una persona gorda tiene el mismo derecho a la vida que una delgada. Otra vez, el éxito, se mide en kilos.

Estos son solo unos ejemplos de lo condicionado que está nuestro o lenguaje por el peso y la cultura de dieta, hay muchísimos más. Este artículo no pretende ser más que una invitación a reflexionar sobre cómo nos expresamos, para cuidar nuestro lenguaje y con ello hacer un mundo menos violento.

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Azahara Nieto

Dietista-nutricionista especializada en alimentación consciente, trastornos de la conducta alimentaria y nutrición clínica vegetariana. Fundadora de Se come como se vive, donde ayuda a mejorar la relación con la comida desde un enfoque no pesocentrista y con perspectiva de género.

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