
Septiembre siempre se percibe como un nuevo comienzo, un mes para retomar hábitos, cuidarse y, a menudo, intentar perder los kilos adquiridos durante el verano. Sin embargo, muchos empiezan el curso escolar y el ritmo laboral pensando en dieta y fuerza de voluntad, lo que con frecuencia lleva a frustración y baja autoestima. La verdadera clave no es imponer reglas estrictas, sino crear hábitos saludables y sostenibles que respeten nuestra vida y circunstancias. El problema no eres tú: es la dieta que no se adapta a tu realidad.
Uno de los errores más comunes es la tendencia a compensar excesos del verano con restricciones o castigos. La comida no debe ser ni un premio ni un castigo; vincularla con emociones de culpa o redención genera más ansiedad y deseo por comer. En su lugar, es fundamental aceptar que la alimentación varía según la situación: lo que se come en vacaciones no será igual que durante la jornada laboral. Viajar y disfrutar de la gastronomía forma parte de la experiencia de vida, y no debe convertirse en fuente de culpa.
La creación de hábitos sostenibles comienza con la planificación de comidas semanales. Preparar un menú ayuda a ahorrar tiempo, reducir el estrés y evitar decisiones impulsivas. No hace falta aspirar a la perfección: si nunca has planificado tus comidas, empieza con un par de días y ve aumentando progresivamente. La constancia es más efectiva que la perfección, y permite que los hábitos se mantengan a largo plazo. Esta estrategia es clave para no sentir que “fallas” con la alimentación y para construir una relación sana con la comida.
Otro aspecto importante es evitar la obsesión con la báscula. Medir nuestro valor o el éxito de nuestros hábitos solo a través del peso es contraproducente. La fluctuación de peso es normal, especialmente en mujeres, debido a cambios hormonales y otras variables. En lugar de enfocarte en kilos, observa otros indicadores: nivel de energía, digestión, calidad del sueño, bienestar emocional y mental. Estos son verdaderos signos de éxito que fomentan la motivación sin frustración, a diferencia de la báscula, que puede generar ansiedad y abandono de hábitos saludables.
El ejercicio físico es otro pilar de un septiembre saludable, pero debe abordarse de manera realista y agradable. Muchas personas sienten presión por apuntarse al gimnasio y entrenar intensamente desde el primer día, lo que genera incomodidad o rechazo. La clave es buscar actividades físicas que disfrutes, ya sea una clase de yoga, baile, natación o caminar al aire libre. La constancia a largo plazo es más importante que la intensidad inmediata. Además, la actividad física debe adaptarse a tu cuerpo y tu entorno, priorizando la comodidad y el disfrute sobre la obligación.
Establecer una rutina progresiva en el ejercicio evita frustración. No hace falta entrenar todos los días; incluso dos o tres sesiones por semana pueden ser suficientes si son consistentes. Combinar ejercicios de fuerza y actividades cardiovasculares es ideal, pero lo más importante es mantener un enfoque sostenible y realista. Incorporar la actividad física con amigos o en clases gratuitas puede ser una estrategia motivadora para encontrar la actividad que se mantenga en tu vida.
Un enfoque integral hacia septiembre implica rutinas amables y sostenibles que respeten tus necesidades, tu tiempo y tu vida social. No se trata de dietas estrictas ni de un calendario inflexible, sino de pequeños cambios que generen bienestar físico y emocional. Comenzar con metas realistas y adaptables, priorizar el disfrute en la alimentación y el ejercicio, y dejar de lado la autoexigencia son pasos fundamentales para crear hábitos duraderos.
Además, cultivar la paciencia y la autocompasión ayuda a evitar la culpa y la ansiedad asociadas a la comida. La alimentación debe integrarse en la vida de manera flexible, ajustándose a vacaciones, viajes, trabajo o eventos sociales. Reconocer que cada momento tiene sus particularidades permite que la alimentación sea un aliado del bienestar, no un factor de estrés.
Para resumir, un septiembre saludable no se basa en dietas ni castigos, sino en:
- Planificación de comidas semanales, empezando poco a poco para reducir el estrés y fomentar hábitos sostenibles.
- Desapego de la báscula y enfoque en indicadores reales de bienestar como energía, digestión, sueño y satisfacción personal.
- Ejercicio agradable y progresivo, adaptado a tus gustos, cuerpo y estilo de vida, evitando la obligación y la frustración.
- Autocompasión y flexibilidad, aceptando que cada circunstancia tiene necesidades distintas y que la perfección no es sostenible.
Adoptar este enfoque no solo mejora la relación con la comida y el ejercicio, sino que también fortalece la autoestima y promueve un bienestar integral a lo largo de todo el año. La meta es crear hábitos que puedas mantener sin sacrificios extremos ni sensación de fracaso, disfrutando del proceso y respetando tu cuerpo.
Septiembre no necesita dietas estrictas, sino hábitos amables, realistas y sostenibles que acompañen tu vida, fomenten tu salud y te permitan disfrutar del bienestar físico y emocional.