Septiembre siempre llega cargado de simbolismo. Es el mes de los nuevos comienzos, del regreso a la rutina tras las vacaciones y de los propósitos que muchas veces quedaron pendientes desde enero. Con este “nuevo curso” aparece también la presión por ponernos en forma de manera rápida, como si de un borrón y cuenta nueva se tratara. Y ahí es donde resurgen las dietas milagro, las promesas de perder muchos kilos en poco tiempo y los planes détox que parecen la solución perfecta después de un verano más relajado.
La realidad es muy distinta: estas dietas no funcionan a largo plazo, suponen un riesgo para la salud y pueden deteriorar la relación con la comida.
La trampa de las dietas milagro en septiembre
Cuando pensamos en septiembre, es común sentir urgencia por “recuperar el control” después del verano. Comer un helado el 31 de agosto parece normal, pero hacerlo el 1 de septiembre se percibe como una falta de responsabilidad. Esa mentalidad de “todo o nada” es el terreno perfecto para que reaparezcan las dietas rápidas.
En redes sociales abundan los retos postvacacionales, el famoso “glow up” y las dietas exprés que prometen cambios radicales en pocas semanas. La ilusión inicial suele durar poco: el cuerpo reacciona y lo que parecía una solución se convierte en un problema mayor.
Tipos de dietas peligrosas más comunes
Aunque se presentan con distintos nombres, la mayoría comparten un patrón: restricción extrema, promesas irreales y ausencia de supervisión profesional. Estas son algunas de las más habituales:
- Dietas muy bajas en calorías (VLCD): suelen aportar menos de 800 kcal al día. Suponen un hambre constante y riesgos graves para la salud.
- Monodietas: basadas en un único alimento, como la dieta de la piña o de la alcachofa. Provocan deficiencias nutricionales y un rechazo al alimento en cuestión.
- Planes détox: sustituyen comidas por batidos “depurativos”. El cuerpo no necesita ese tipo de “limpieza”, ya que tiene sus propios mecanismos de desintoxicación. Además, generan pérdida de masa muscular y mareos.
- Ayuno intermitente: aunque no es una dieta en sí, puede convertirse en restrictivo si se usa como penitencia tras el verano. En personas con mala relación con la comida o TCA, es especialmente peligroso.
Qué dicen los datos
Un estudio de MAPFRE y la Academia Española de Nutrición y Dietética con más de 3.000 adultos reveló que 7 de cada 10 españoles han probado alguna de estas dietas. El 53 % lo hizo en algún momento y el 70 % sin supervisión profesional.
El impacto no es solo físico. Las mujeres intentan perder peso el doble de veces que los hombres debido a la fuerte presión estética que todavía recae sobre nosotras. La pérdida suele ser de unos 6 kilos de forma rápida, pero casi siempre se recupera con el efecto rebote: se gana peso otra vez, con más grasa corporal y menos masa muscular.
El efecto rebote explicado
La aparente “pérdida de peso” inicial se debe principalmente a la reducción del glucógeno y del agua asociada a él. El problema es que el cuerpo interpreta esta restricción como una amenaza de escasez energética. Para sobrevivir, activa mecanismos de ahorro:
- Disminuye la tasa metabólica.
- Usa masa muscular como fuente de energía.
- Aumenta la eficiencia para almacenar grasa.
El resultado es que, tras dejar la dieta, el cuerpo recupera peso de forma rápida y con una composición corporal peor que la inicial.
Consecuencias psicológicas
Más allá del efecto físico, estas dietas generan miedo a los alimentos, ansiedad y confusión sobre qué comer. En casos más graves, pueden convertirse en el detonante de un trastorno de la conducta alimentaria. Lo que comenzó como un “reto de septiembre” puede acabar en una espiral peligrosa de restricción y culpa.
¿Cuál es la alternativa?
La salud no se consigue con prisas ni atajos. Lo verdaderamente efectivo es apostar por cambios sostenibles y respetuosos con el cuerpo, alejados de la urgencia y el castigo.
Algunas claves para un enfoque diferente:
- Escuchar las señales de hambre y saciedad.
- Incluir variedad de alimentos sin prohibiciones extremas.
- Entender que un helado no arruina tu salud ni tu alimentación.
- Recordar que el cuerpo necesita constancia, no sacrificios puntuales.
El objetivo no es la “puesta a punto” de septiembre, sino construir un estilo de vida que pueda mantenerse durante todo el año, sin miedo ni restricciones excesivas.
Septiembre sin dietas milagro
Septiembre puede ser una buena oportunidad para retomar rutinas, organizar menús y reconectar con el autocuidado. Pero no tiene que convertirse en un mes de castigo. Apostar por hábitos sostenibles, buscar apoyo profesional cuando sea necesario y dejar de lado las dietas milagro es la manera de cuidar la salud de verdad.
Porque la salud no se apresura: se cuida, se respeta y se construye paso a paso.
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