No te encuentras bien, tienes al cabeza a mil. Muchas cosas que hacer, muchas cosas que pospones, sensación continua de no llegar a todo y un tremendo malestar.
No sabes por donde empezar con todo eso y lo que se te ocurre es comer algo rico. Te vas al súper, porque en casa no hay nada de eso. En tu casa se come muy sano y ciertas cosas no tienen cabida.
Empiezas a comprar de forma moderada, no es para tanto, te dices mientras que recorres el súper de principio a fin.
Cuando estás en la caja te das cuenta que igual es mucho, pero crees que puedes dejar comida o tirarla. ¡ Yo puedo, te dices!
El cajero del súper sin saberlo está asistiendo al preludio de un atracón, pero él que va a saber, eres una clienta más.
Cuando llegas a casa, no esperas ni a ponerte cómoda para disfrutar del tal festín. Esa comida no está comprada para disfrutarla, si no para engullirla. De pie, sin saborear, a toda mecha…mientras comes parece que viene algo de calma, no dura ni diez segundos. En tu cabeza ya no hay ruido, quizás culpabilidad y palabras crueles hacia ti.Además ahora tienes dolor de estómago.
Ojalá el dolor físico amortiguase el dolor emocional, pero no. Solo lo trae al plano terrenal.
La presión estética se renueva en las redes sociales: de la operación bikini al summer glow up
La presión estética no ha desaparecido, solo ha cambiado de forma. Hoy ya no se presenta de forma tan explícita como en los años 2000,