Testimonio de Maca, paciente recuperada de anorexia.
«Ha habido momentos en mi vida en los que me he sentido desesperada, ansiosa, enfadada…
Pero al final, conseguía encontrar una salida de aquello que me estorbaba.
Siempre ha sido así… siempre menos cuando pasé por mi TCA.
Si alguien me preguntase qué es un TCA no sabría explicárselo con una simple definición de
diccionario. Es mucho más que eso.
Es un pánico irracional a lo que te mantiene respirando día a día, a la gasolina de tu motor; es
el ser incapaz de poder salir junto a tus seres queridos por temerle a lo que compone un simple
plato de un restaurante; ver como poco a poco vas empeorando en aquellas actividades que
adoras, porque simplemente no queda más energía dentro de ti; se te empieza a caer el pelo
de mata en mata; tu cuerpo se llena en un sentimiento de constante frío; un mal humor
inacabable; tu cabeza deja tener espacio para otra cosa más que la comida; ves como tu
familia se derrumba porque no les das paso a ayudarte, y ven como poco a poco te vas
desvaneciendo, sin saber qué más hacer para salvarte.
Dejas de salir de casa e incluso ir a la ducha lo consideras un gran esfuerzo, pues no te
quedan fuerzas, y las pocas que tienes, las gastas en pensar obsesivamente en la comida.
Y el autoestima genuinamente no mejora. Las películas, RRSS y distintos medios tienden a
romantizarlos, pero de verdad, son de todo menos bonitos y cualquier sinónimo de esto.
Es un sufrimiento constante, al que llega un punto en el que cuesta verle salida.
Y un día temes por tu propia vida.
No sabes como parar el tren que arrancaste una vez en el pasado, sabes que has ido
demasiado lejos. Lo que había empezado “contando calorías”, un “ayuno intermitente” y
similares, había ido demasiado lejos.
Te replanteas todo.
¿Merecía la pena sacrificar tu vida por ocupar menos espacio en este mundo?, ¿Por estar
dentro de un canon diseñado por sistemas opresivos?, ¿Por sentirte bajo control, evadiendo
situaciones que te habían perturbado emocionalmente?, ¿Realmente era eso lo que quería?
Había tantas cosas que me apasionaban, tantas cosas que vivir, tantos sueños que cumplir,
tantos sitios a los que viajar, tanto arte que crear, tantas cosas que el mundo tenía que ver de
mí… Por una vez en todo ese tiempo, pensé en que quizá, había una luz al final del túnel. Y fue
exactamente así.
Recuperarse es difícil. Muy difícil. Tienes que afrontarte a numerosos miedos y probablemente
llorar. Llorar mucho. Y no es un camino recto, tiene quinientos baches y muchas montañas,
pero una ves vas avanzando en el camino, simplemente notas como todo mejora.
Empiezas a tener energía para hacer todos esos deportes que amas, simplemente porque los
disfrutas, con ninguna necesidad de por medio. Puedes salir a divertirte con tus amigos,
puedes realizar aquellos proyectos concentrada, sin la comida en tu mente de por medio. Estas
de mejor humor, ya no te molesta todo a tu alrededor. Tu pelo deja de caerse, el cansancio
constante se desvanece. Te das cuenta de que la comida no es sufrimiento, que de hecho, más
que un simple combustible, es algo que disfrutar, algo que compartir… Empiezas a vivir.
Un TCA es algo muy complicado de comprender, y que una vez en él, cuesta creer que se
puede salir, pero definitivamente no es así.
Mereces comer, mereces divertirte, mereces disfrutar de lo que te gusta.
Mereces vivir«.