La cultura de la dieta hace referencia a las creencias, comportamientos, actitudes en torno a la alimentación, imagen corporal y actividad física con el objetivo de perder peso. Para la cultura de la dieta, la delgadez es el fin, y todo comportamiento será válido con el objetivo de conseguirla.
Algunos autores la definen como el sistema de creencias que venera la delgadez y equipara la salud y la virtud moral (Harrison, 2019).
Hace poco, Agatha Ruiz de la Prada, hizo unas declaraciones en tono de broma, o eso espero, diciendo que se estaba poniendo de moda ir a cenar con amigas, y que ella no iba, porque engordaba. Prefería quedarse en casa cenando un yogur natural con algo de azúcar, o nada. Si salía a cenar, era con señores, porque los señores beben y supongo que con ellos igual, hay posibilidad de hacer cardio para quemar las calorías de la cena.
Estas declaraciones están cargadas de cultura de dieta, la comida solo importa en la medida que nos hace engordar, se queda desprovista de disfrute y somos capaces de cancelar planes que nos apetecen por el miedo a subir de peso. Ella puso en su boca lo que muchas mujeres hemos hecho o hemos sentido con el fin de estar delgadas, estar delgadas nos concede el privilegio de ser vistas, atractivas y nos acercaba a esa felicidad prometida de la delgadez, el éxito.
La comida, además de nutrirnos, tiene otras funciones como ser un regulador emocional, la comida libera neurotransmisores como la dopamina, que nos hace sentir bien cuando la tomamos. Las dietas, y la cultura de dieta, nos ha desprovisto de ese lujo tan asequible para todos, y lo ha teñido de debilidad y falta de voluntad. Nos son pocos los nutricionistas, divulgadores y demás especies que pueblan las redes sociales, que aseguran que tienen el santo grial para que dejes de comer de forma emocional. Siento decirte que ese truco para dejar de comer de forma encinal no te va a gustar nada, porque solo podemos dejar de comer de forma emocional si nos morimos, y bueno, delgados íbamos a estar, pero no creo que sea de la mejor forma.
Negar el placer de la comida y que la comida deba ser gustosa y gratificante, es una manera de seguir dividiendo la alimentación entre los que comen bien y los que comen mal, los delgados y los débiles, como si el disfrute con la comida estuviera reñido con la salud. Supongo que los que defienden una alimentación que no les sea placentera, son los mismos tienen relaciones sexuales con el único fin de procrear.
Somos emociones y comemos con y desde ellas también, ese hambre es real, lo sentimos. Por mucho que se repita ese argumento simplista de “si no te comerías una manzana es que no es hambre, bébete un vaso de agua”. ¿De dónde sale? ¿Acaso hace falta tener hambre para comerse una porción de tarta de queso? O, si bebes un vino, ¿lo haces desde la sed?
La cultura de la dieta ha profanado todo lo relacionado con la comida y la salud, convirtiéndola en una vía para la pérdida de peso. De hecho, el término cuidarse se ha convertido en un eufemismo de adelgazar.
Algunas de las características de la cultura de dieta son:
- La promoción de dietas restrictivas: détox, la dieta de la piña, la alcachofa, a cada cual más bizarra y ayunos. Se suelen usar modelos de antes y después de hacer la dieta, lo que hace entender que un cuerpo estaba mal y el otro bien, por supuesto el más delgado es el ideal. Estas publicaciones de antes y después están desprovistas del contexto de la persona, puede haber pasado por una depresión, una enfermedad, haber estado en un estado de salud mental deplorable, pero lo importante es lo delgada que se ha quedado y el apoyo y el reconocimiento que va a tener a pesar de todo. La delgadez a pesar de todo, la delgadez a costa de todo.
- Estigmatización del sobrepeso y la obesidad: en la medida que no te ajustes al estándar de delgadez y a los cánones de belleza, convertidos en salud, serás carne de mofa y burla. Lo mejor de todo, es que esas bromas, esa crueldad extrema, se hace por tu bien, para que reacciones y no te dejes. El discurso patologizante sobre la pérdida de peso se construye como un medio para alcanzar, además de la salud, la autoestima, la felicidad y un estatus social superior (Harrison, 2019)
Es decir, ser delgado es algo que puedes conseguir con esfuerzo y sacrificio, esto niega la diversidad corporal, y elude las consecuencias en la salud mental, el posible desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria, el daño metabólico de tu cuerpo por hacer innumerables dietas, la frustración, la vergüenza corporal, la mella en la autoestima… Una paciente, que había pasado por un cáncer bastante duro, me dijo que prefería volver a pasarlo antes que volver a engordar. Hasta ese punto estamos atravesadas por la cultura de la dieta.
El miedo a engordar es el miedo a vivir, es la mirada patriarcal sobre el cuerpo de la mujer, en la que no se admiten los cambios propios del tiempo y en el que solo existe un modelo de cuerpo, y es joven y delgado.
Además de una manera de mantenernos siempre en guerra con nuestro cuerpo, y, por tanto, sumisas.
Este es el artículo que he escrito para El País.
Un abrazo
Azahara